Mordeduras en niños
Los perros, al igual que los seres humanos, poseen un lenguaje no verbal, cuya interpretación es fundamental para comprender el comportamiento animal. Sin embargo, los propietarios de perros malinterpretan frecuentemente este lenguaje, además de desconocer los factores que se asocian con la agresión a niños. Únicamente los padres y las mujeres —debido a su sensibilidad hacia la expresión no verbal—, son más propensos a conocer el comportamiento del perro y su interacción con el niño.
Existen en el conocimiento popular múltiples creencias que pueden exponer al niño a la agresión por parte de un perro. Así, uno de cada tres padres niega que el comportamiento del niño haya provocado la mordedura del perro, cuando lo cierto es que incluso interacciones neutrales, como el contacto visual, puede desencadenar un mordisco. Incluso un 82% piensan que es seguro para los niños besar y acariciar a su mascota, cuando es todo lo contrario. De hecho, se pueden encontrar ciertas campañas publicitarias de productos veterinarios que fomentan estas interacciones organizando concursos en los que los propietarios y sus hijos envíen fotografías abrazando a su mascota.

Pero también el comportamiento del adulto puede influir en este tipo de accidentes. El 45% de los propietarios encuestados en un estudio afirmó que mantendría a su perro inmóvil para que un niño desconocido acariciara a este aun si intentaba alejarse, cosa que puede ser percibida como amenazante por parte del perro. Sin embargo, alrededor de uno de cada seis de los entrevistados indicaron que no les resulta fácil explicar a otras personas como acercarse a su perro de forma segura, por lo que el comportamiento de los desconocidos que se acercan a acariciar al animal también es un factor de riesgo.
Lo cierto es que cualquier perro, incluso sin historial previo, puede morder —ya sea conocido o no por la víctima—. Así queda demostrado en diversos estudios, donde se evidencia que entre un 40% y un 85% de las agresiones se produjeron en animales que no habían mordido previamente. También la agresión por dominancia social, reconocida por casi un 30% de los encuestados, ha sido descartada por la ciencia. Hay que destacar que los motivos que llevan a que un perro muerda son por miedo, recursos, comida, defensa del territorio, enfermedad o dolor. En todos los años que llevo trabajando en el mundo de la etología canina no me he encontrado nunca un caso en el que el perro agreda porque quiere dominar a su propietario.
En resumen, debería perseguirse la educación de los propietarios de perros en relación con el comportamiento de su animal, incluyendo el lenguaje corporal y las señales faciales dentro de la comunicación social que usa el perro, las motivaciones para la protección de los recursos y la autodefensa, y los riesgos que representan los bebés y los niños más pequeños.



Todos nuestros niños deberían aprender a preguntar a los propietarios de perros si pueden tocarlos antes de acercarse deliberadamente y mucho menos abrazarlos o quitarles objetos de la boca. Por otro lado, los niños que conviven con perros deberían saber cómo relacionarse con su mascota sin invadir su espacio ni suponer un estímulo amenazante para ellos. En este sentido, nosotros los adultos jugamos un papel fundamental del que somos máximos responsables. A colación de este último punto os volvemos a dejar el enlace del Proyecto del Perro Azul (The Blue Dog Project).
Otra herramienta que nos gustaría mostrar para enseñar a nuestros niños para prevenir accidentes por mordeduras es la de “Hacer el árbol”: Resulta conveniente educar a nuestros hijos que si un perro les da miedo no deben salir corriendo, mejor hacer el árbol para evitar riesgos mayores.
Si algún padre o madre está interesado en saber más sobre este asunto puede contactar con nosotros y le ayudaremos en todo lo posible. Le ofreceremos material para educar a su hijo y formación al respecto.
Fuente:
- Effects of gender and parental status on knowledge and attitudes of dog owners regarding dog aggression toward children. Ilana R. Reisner, Frances S. Shofer.